martes, 4 de agosto de 2009

... Pablo y Nuria...

Hacía dos noches que había recibido la llamada de Nuria. Ella insistió que necesitaba más tiempo del que daban las dos horas de conversación telefónica.
Mientras intentaba suplicarle con certeras insinuaciones a que se vieran durante toda una tarde, Nuria ya llevaba tres manos al solitario con las cartas francesas. Esas cartas siempre le suponían un atractivo mayor que la baraja española. Pablo bromeaba diciéndole que como el as de oro español no existía carta igual. Él huía continuamente de una conversación cercana con requiebros de análisis filosóficos baratos, a pesar de tener la seguridad de que la mayoría de las veces hacía el ridículo, pues Nuria no le correspondía con el silencio pensativo con el que Pablo se entretenía.

- ¿Y si fuéramos al río a tomarnos un té helado mientras te lo cuento todo?,- preguntó Nuria.
- ¿Para qué? Aquello está lleno de guiris. Yo prefiero el centro, al bar Electra. Podríamos ver a los demás,- dijo Pablo con ironía.
- No me interesa ver a los demás ahora, esto quiero hablarlo contigo, y nadie más,- insistió Nuria.
- Creo que ponen "El cartero siempre llama dos veces" en el Alphaville, hace tiempo que no vamos al cine. ¿Te salió ya el as de picas?, -bromeó Pablo.
- Aún no. Ya te he dicho que no me gustan las películas subtituladas.
- ¿Y el as de corazones, se resiste o qué?
- Mira Pablo, creo que no estas entendiendo lo importante que resulta para mí este trabajo. Me debes una desde hace tiempo, y si insisto es porque se que ahora tienes tiempo libre; y no vas al cine desde hace mucho meses.
- Ya estamos; “semánticamente, el tiempo libre se reduce a una ecuación de un proyecto de acción sin objetivo final factible. Metafísicamente es pura contemplación; y en mi opinión, una virtud en cualquier momento del día, un deseo tatuado entre los pensamientos. Con sentido común, diría que es hacer lo que te de la gana durante un estamento de horas o días con un final amargo”.
- Si vale, lo que tú quieras. Mejor hablamos mañana, se me han caído las cartas, y además tengo que mandar el informe lo antes posible,- dijo Nuria.
Perfecto, mañana te llamo a medio día,- se despidió Pablo.



Nuria puso en orden las cartas que se habían esparcido por toda la cama y cogió el ordenador portátil. Los últimos diez minutos de conversación con Pablo los pasó revisando la redacción de su escrito sobre la sonada manifestación del sindicato esa mañana. Y no sería la última. Le irritó tener que dedicarle a esas horas de la noche lo que venía siendo una especia de control de calidad de las acciones de sus compañeros de manifestación.

- ¿Y ahora qué quieres?, - increpó Nuria al coger el teléfono.
- Quedamos el viernes. Pero vamos al Kea, que habrá poca gente, dijo Pablo con pocas ganas.
- De acuerdo Pablo, muchas gracias. Te va a interesar.
- Espero que no sea nada del sindicato; yo no los puedo ver y ellos ya ni me invitan.
- Tú vas si quieres, nadie tiene que llamarte, - contestó ofendida Nuria. Pero no sufras Pablo, no tiene nada que ver con política.



Pablo recordaba de aquella noche la copa de vino mientras terminaba el diso de bossa nova que se compró aquella mañana. Estuvo hasta tarde viendo la televisión, en silencio y oyendo música. Se terminó el vino adormilado y se acostó pensando en Nuria.
Aún permanecía esperando sentado, después de que la secretaria del viejo lo anunciara.

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